Supe que no había marcha atrás el día en que dejé de extrañar y comencé a quererme.
Descubrí que esperar no era la mejor manera de ser libre. Me detuve, respiré, decidí repararme y me fui.
Han pasado tres meses y me sigo levantando con más ganas de perseguir sueños que de enamorar a alguien.
La soledad me ha resultado más atractiva que cualquier persona porque la asocio con la libertad, esa que en este momento sólo significa felicidad.
Sigo descubriendome, sigo encajando piezas y sintiéndome a gusto conmigo.
Sigo sonriendo. Suelto, me dejo llevar y disfruto.
Ahora vivo ligera y deliberadamente.
Tomo riesgos porque de eso se trata la vida: Lanzarse y hacerlo, ya está.
Mi caballita adorada!
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