Ha pasado un mes.
Un mes que parece haber tenido 200 días.
Un mes lleno de pesadillas y lágrimas en privado.
Un mes de cambios y duros golpes con la realidad.
Un mes en el que el más cercano de los afectos mostró el peor rostro y sumó otra herida.
Un mes en el que aprendimos a confiar y a no confiar.
Un mes sintiéndonos en el aire, sin respaldo, sin poder llamar a papá en caso de emergencia.
Un mes en el que el recuerdo de su sonrisa no reconforta, ¡duele!
Ha sido un mes duro. Horrible. Doloroso.
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