19.4.20

A él, me parezco a él

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He llegado a pensar que me hice periodista porque quería que mi papá me leyera.
Allí, al final del periódico, en la sección de crónica roja estaba mi firma.
Era su sección favorita. Siempre me leía.
A veces, me preguntaba si la escena que había descrito en la crónica había sido tan aterradora.
Otras veces, me preguntaba si no sentía miedo de ir en una moto policial a un allanamiento o de subirme en un helicóptero.
Yo decía que no, y él respondía: Estás loca. No sé a quién saliste.
A él, me parezco a él.
Compartimos la misma afición por las armas, las motos, la adrenalina y el peligro.
Compartimos lesiones en la rodilla y amor por los postrecitos.
Mis pies son como los suyos y nuestras firmas también son parecidas.
Dicen que incluso mi corazón es como el de él, que aquí también cabe un gentío.
Hoy se cumplen dos años de su muerte y yo lo sigo extrañando.
Mi papá me enseñó a bailar.
Mi papá me regañaba cuando lloraba y ejercía su autoridad justificandose con un: Haz caso, que si tu mamá se arrecha, es peor.
Mi papá decía un montón de groserías. Su favorita, ha resultado ser más efectiva que una clase de yoga y una manzanilla.
Mi papá me dio lecciones con cada una de sus acciones; las que aplaudí y las que juzgué.
Han pasado dos años, pero yo me sigo aferrando a su recuerdo. No sé si perturbo su descanso, pero es la manera que encontré para hacer menos dolorosa su ausencia.
Su número sigue grabado en mi celular. Siento que está del otro lado de la línea, listo para socorrerme.
De mi papá recuerdo su risa y su sonrisa. Aún así, lloro.
Perdí a los tres hombres más importantes de mi vida, pero de mi papá sí me pude despedir. Lo abracé, le di un beso y pude escucharlo decir 'Dios te bendiga' por última vez. 
Ambos sabíamos que era la última vez y aún así, sonreímos.
Mi papá me enseñó a sonreir, sin querer me enseñó a escribir y también me enseñó a agradecer.
Así lo honro: sonriendo, agradeciendo y escribiendo. 

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